Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos se enfrentan a una crisis sin precedentes bajo la actual administración, y exlíderes han advertido que la credibilidad de la agencia –e incluso su supervivencia– está en riesgo. Tres exfuncionarios de alto rango han descrito un ambiente caótico y científicamente despectivo que ha surgido desde la segunda toma de posesión del presidente Trump y el nombramiento de Robert F. Kennedy Jr. como Secretario de Salud y Servicios Humanos (HHS).
Desprecio por la experiencia y la ciencia
El Dr. Daniel Jernigan, ex director del Centro Nacional de Enfermedades Infecciosas Zoonóticas y Emergentes de los CDC, describió la situación como un desprecio “en la cara” por la experiencia científica. Este sentimiento fue compartido por la Dra. Debra Houry, ex directora médica, y el Dr. Demetre Daskalakis, ex director del Centro Nacional de Inmunización y Enfermedades Respiratorias de los CDC. Los tres renunciaron después del controvertido despido de la directora de los CDC, Susan Monarez, en agosto, quien fue despedida por negarse a aprobar lo que su equipo legal llamó “directivas poco científicas e imprudentes”.
La cuestión central es una reversión de los principios establecidos de salud pública : en lugar de que las políticas estén impulsadas por la evidencia, las decisiones se toman primero y los datos de respaldo se buscan después. Este enfoque, como lo expresó Jernigan, representa un cambio de “la toma de decisiones basada en evidencia a la toma de decisiones basada en evidencia”.
Recortes de personal, congelaciones de fondos y caos político
Las acciones de la administración han incluido amplios recortes de personal en los CDC a través del recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), así como congelaciones de fondos que parecen más fortuitas que estratégicas. Los ex funcionarios señalan que RFK Jr. no mantuvo reuniones directas con el personal o los directores de los CDC, sino que dependió de personas designadas que solicitaron datos a científicos sin los acuerdos de confidencialidad adecuados.
Esta falta de compromiso y supervisión creó confusión, especialmente cuando la administración promovió tratamientos no probados (como el aceite de hígado de bacalao para el sarampión) y al mismo tiempo debilitó la infraestructura de salud pública. Por ejemplo, los cambios en las políticas de vacunas se anunciaron a través de publicaciones en las redes sociales antes de reflejarse en el sitio web de los CDC.
Aumento de la inestabilidad y la violencia
El caos culminó en un violento ataque a la sede de los CDC en Atlanta en agosto, donde un hombre armado disparó cientos de balas contra los edificios, culpando a la vacuna COVID-19 de sus problemas de salud mental. La respuesta del secretario – decirle al público “No confíen en los expertos” durante una entrevista con los medios poco después del tiroteo – erosionó aún más la confianza del público en la agencia.
El futuro de la salud pública
Los tres exdirectores ahora aconsejan al público que busque información de salud de fuentes verificadas fuera de los CDC, incluidos centros académicos como el CIDRAP de la Universidad de Minnesota, alianzas de salud regionales y organizaciones médicas profesionales.
Houry declaró sin rodeos: “No sé si los CDC sobrevivirán, para ser franco, con lo que están haciendo”.
La viabilidad a largo plazo de la agencia depende de si la administración actual revertirá el rumbo y priorizará la formulación de políticas basadas en la ciencia. Los acontecimientos que se desarrollan en los CDC plantean serias dudas sobre el futuro de la salud pública en los Estados Unidos y la capacidad del gobierno para responder eficazmente a futuras crisis.