Una nueva investigación confirma que el estrés severo no solo se correlaciona con la caída del cabello, sino que daña directamente las células productoras de cabello y puede preparar el sistema inmunológico para atacar los folículos pilosos, lo que podría explicar por qué afecciones como la alopecia areata pueden persistir mucho después del factor estresante inicial. Los científicos de la Universidad de Harvard han demostrado, por primera vez, un vínculo biológico claro entre el estrés agudo y la caída del cabello en una serie de experimentos con ratones. Los hallazgos, publicados el miércoles en Cell, sugieren que la respuesta de lucha o huida del cuerpo daña activamente los folículos pilosos, haciéndolos vulnerables a ataques autoinmunes.
Cómo el estrés afecta directamente el crecimiento del cabello
El cuero cabelludo humano contiene aproximadamente 100.000 cabellos, ninguno de los cuales crece directamente a partir de células madre. En cambio, las “células amplificadoras de tránsito” (HF-TAC) que se dividen rápidamente dentro de los folículos pilosos impulsan el crecimiento. Los investigadores sospecharon que estos HF-TAC eran particularmente vulnerables al estrés, dado que el cuerpo prioriza la supervivencia sobre funciones no esenciales como el crecimiento del cabello cuando está bajo presión.
Para probar esto, el equipo expuso ratones a resiniferatoxina, un compuesto similar al ingrediente activo de los chiles, que desencadenó una intensa respuesta al estrés. En 24 horas, los ratones perdieron el 30% de sus folículos pilosos. Los investigadores descubrieron que el aumento de la actividad nerviosa simpática (el sistema que controla la lucha o la huida) estaba directamente relacionado con la muerte por HF-TAC. El bloqueo de estas señales nerviosas evitó la caída del cabello y el bloqueo de los receptores de HF-TAC que responden a las hormonas del estrés como la norepinefrina tuvo el mismo efecto.
Daño mitocondrial y muerte celular incontrolada
El mecanismo central parece ser el daño mitocondrial. Los aumentos repentinos de norepinefrina inundan los HF-TAC con iones de calcio, abrumando estas centrales eléctricas celulares y provocando su ruptura. A diferencia de la muerte celular regulada (catágena) que se produce durante los ciclos normales del cabello, se trata de una necrosis incontrolada: un proceso destructivo que desencadena la inflamación.
Esta inflamación no sólo causa daño inmediato; prepara el sistema inmunológico. El estudio demostró que la necrosis inducida por el estrés condujo a mayores niveles de células inmunes autorreactivas en los ganglios linfáticos de los ratones. Luego, estas células atacaron los bulbos pilosos, imitando la respuesta autoinmune observada en la alopecia areata.
Explicación de la autoinmunidad a largo plazo
La investigación también explica por qué la alopecia areata puede reaparecer años después del factor estresante inicial. Los ratones que habían experimentado previamente pérdida de cabello inducida por el estrés eran más susceptibles a ataques inmunológicos a los bulbos pilosos cuando se exponían a señales inflamatorias (como las de una infección). En ratones sin estrés, esta misma inflamación no provocó daños en el cabello.
“Esto proporciona una posible explicación de por qué algunas personas experimentan alopecia que se repite mucho después del episodio de estrés inicial”, dijo el coautor del estudio Ya-Chieh Hsu.
Los hallazgos también pueden arrojar luz sobre formas más leves y no diagnosticadas de pérdida de cabello relacionada con el estrés, como el efluvio telógeno, en el que se produce una caída excesiva después de un evento estresante.
Implicaciones futuras
Si bien el estudio se realizó en ratones, identifica posibles puntos de intervención para tratar la caída del cabello relacionada con el estrés y la autoinmunidad. El equipo de Hsu planea explorar más a fondo estas vías, así como investigar cómo el estrés puede contribuir a otras enfermedades autoinmunes. Los mecanismos subyacentes podrían ser relevantes en múltiples sistemas de órganos.
Esta investigación representa un importante paso adelante en la comprensión del vínculo biológico entre el estrés, la caída del cabello y las respuestas autoinmunes. Sugiere que reducir el impacto del estrés agudo en los HF-TAC podría ser una estrategia terapéutica viable para prevenir o mitigar la caída del cabello inducida por el estrés.

























